Ambientada en el Nueva York de los años ‘50, West Side Story es una obra de teatro musical que explora temas como el pandillismo y la inmigración a través de la historia de amor imposible entre dos jóvenes de bandas rivales. Un espejo moderno de la tragedia de Romeo y Julieta cuya música, tras el furor alcanzado en Broadway, Leonard Bernstein convirtió en las Danzas sinfónicas.
El resultado es una suite orquestal de nueve movimientos y una de las piezas programadas en el mundo, con estilos que van desde los doctos hasta el jazz y los ritmos latinos. Y es a partir de ella que el Teatro Municipal de Santiago tituló el quinto concierto de su temporada, West Side Story: Un amor de ciudad, en el que Helmuth Reichel, destacado director nacional con ascendente carrera europea, volverá a este escenario para dirigir a la Orquesta Filarmónica de Santiago.
Este concierto, que se realizará el viernes 24 y el sábado 25 de mayo, contempla cuatro grandes obras del siglo pasado. Además de West Side Story: Danzas sinfónicas, de L. Bernstein, la Filarmónica de Santiago interpretará Rhapsody in Blue, de George Gershwin, otra pieza con influencias del jazz, además del blues y ragtime, que tendrá como solista al galardonado pianista nacional Danor Quinteros, quien también se encuentra haciendo carrera en Europa. Asimismo, abordará El mandarín maravilloso BB82, op.19, Sz. 73: Suite, de Béla Bartók; y la Rapsodie espagnole, de Maurice Ravel, ambas obras influenciadas por el universo de la música folclórica.
“Para mí es una gran alegría y un gran honor volver a trabajar con la Orquesta Filarmónica de Santiago y además con este programa tan especial. Estas cuatro obras representan lo mejor de los cuatro compositores que están en el programa y tienen como temática central el amor en sus diferentes facetas. Otro elemento importante es el ritmo, ya que todas las piezas tienen elementos de baile importantes”, dice Helmuth Reichel, director invitado de este concierto.
Ritmos que cruzan lo docto
El programa del concierto parte con El mandarín maravilloso, la última de las grandes composiciones de B. Bartók para el teatro. Estrenada como ballet-pantomima en la Ópera de Colonia en 1926, la obra está basada en la pantomima grotesca de mismo nombre escrita por Menyhért Mengiel; un trabajo que toca temas como la violencia, la vulnerabilidad social, el delito y el deseo por medio de una trama y un estilo poético tan crudo y disruptivo para la sociedad de la época, que el alcalde lo prohibió tras una función.
El argumento se centra en tres rufianes que fuerzan a una joven mujer a seducir a hombres con el fin de robarles, uno de ellos un mandarín que se apasiona por ella y se resiste a ser atacado; mientras que su música combina elementos del folklore húngaro con tendencias de la música de vanguardia. Si bien el compositor hungaro intentó organizar una nueva presentación en Praga al año siguiente, no volvió a ver la obra escenificada durante su vida.
Por otro lado, Rhapsody in blue fue estrenada en el Aeolian Hall de Manhattan en 1924, en el marco de la conmemoración del cumpleaños de Abraham Lincoln, con el propio G. Gershwin actuando como pianista. Compuesta en tan solo tres semanas, la obra fue concebida como un “caleidoscopio musical”, abarcando diversos géneros y estilos musicales americanos contemporáneos, que van desde el Neoclasicismo hasta el ragtime y el clave cubano.
De lenguaje ecléctico y llamativo, la obra destaca por su libertad formal, inventiva rítmica y la amplia utilización de recursos armónico-tonales propios del jazz, llegando incluso a considerarse como la pieza que inauguró una nueva era en la historia musical de Estados Unidos, marcada por la proyección del jazz hacia la sala de conciertos.
La Rapsodie espagnole de M. Ravel fue, en tanto, estrenada en el Théâtre du Châtelet de París en 1908. Para ella, el creador se inspiró en su infancia transcurrida en Ciboure, poblado en el País Vasco francés, donde creció rodeado de la música folclórica de la península ibérica y las canciones populares españolas que le entonaba su madre.
Ravel, quien buscaba encontrar su propio lenguaje al margen de la academia, reelaboró la Habanera para dos pianos que había compuesto inspirado en Emmanuel Chabrier, cuando era un veinteañero. Nació así uno de los cuatro movimientos dentro de la suite que se convertiría en su rapsodia, un verdadero caleidoscopio de colores y sonoridades de inspiración ibérica cálidamente recibido por la crítica.
En cuanto a West Side Story, la obra de teatro musical fue estrenada en 1957, en el Teatro Nacional de Washington D.C.; y la adaptación de su música a la suite orquestal Danzas sinfónicas, a cargo del mismo L. Bernstein, tuvo su primera presentación en 1961, en un concierto del Carnegie Hall a cargo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York.
La obra del compositor estadounidense destaca por su variedad de estilos y lenguajes, que parecen representar musicalmente la heterogeneidad de la metrópolis. Eclécticas, estas danzas yuxtaponen una técnica y factura clásicas con ritmos latinos y armonías de inspiración jazzística.
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