El bullying es considerado una forma de violencia especialmente dirigida hacia una víctima concreta, que sufre de manera sistemática diferentes formas de agresión física, verbal o psicológica. Así lo explica la reconocida neuropsiquiatra Amanda Céspedes y directora de Fundación Educacional Amanda, quien en una Clase Magistral -realizada en la Universidad Autónoma- entregó una serie de claves para poder trabajar en torno a este flagelo que se vive no sólo en establecimientos educacionales, sino que también en otros estamentos y que precisamente hoy en nuestro país se le conoce como Ley Karin.
La actividad contó con 300 invitados del área educacional, profesionales, directivos y en especial representantes del Departamento de Educación de la comuna de Punitaqui, Cuarta Región, como parte de los protagonistas de la experiencia que se hizo con alumnos rurales y Fundación Educacional Amanda para abordar esta problemática. Además, Totto, una marca reconocida de mochilas escolares, dio a conocer todo el trabajo que realizó junto a la Fundación en las escuelas rurales de esa comuna y confirmó que es parte de la política de la empresa seguir colaborando a largo plazo en abordar temas como el bullying.
Según la Unesco, un 32% de los alumnos de primaria y secundaria, es víctima de bullying cada año en todo el mundo, y por ende, no se puede erradicar, pero si se puede convivir viendo los aspectos positivos.
“El acoso y amedrentamiento reiterado entre pares al interior de una relación asimétrica socava profundamente las interacciones sanas entre pares, daña profundamente la personalidad en formación de quien es víctima, de quien o quienes actúan como victimarios y de quienes son testigos activos y pasivos. El acoso y amedrentamiento entre pares aparece en la segunda infancia, en la escuela primaria, y se acentúa significativamente en la preadolescencia (10 a 14 años); persistiendo más atenuado después de los 15 años”, explica la doctora Amanda Céspedes.
Pero ¿por qué aumenta su frecuencia en la adolescencia? La neuropsiquiatra explica: “Porque en la segunda década de la vida ya se han consolidado ciertos sistemas de creencias alimentados por la cultura territorial, del barrio, familiar, escolar, y el /la adolescente los hace propios, pasan a formar parte de necesidades socioemocionales más amplias, que en parte son biológicas, pero poseen un fuerte componente cultural. Algunos adolescentes varones necesitan validarse como “duros”, fuertes, admirados, exitosos, con poder e influencias y algunas adolescentes necesitan validarse como populares, exitosas, con atractivos de algún tipo (físico, intelectual, deportivo) y con poder e influencias”.
Actualmente, el 80% de las conductas de acoso y amedrentamiento presenciales se complementan con acoso y amedrentamiento a través de redes sociales. “Afirmar que el acoso y amedrentamiento tiene un impacto muy dañino sobre la autoestima de quien es acosado es una mirada muy superficial. El acoso y amedrentamiento a través del tiempo en una relación asimétrica se constituye para la víctima en una situación límite, con un impacto muy severo neurobiológico, psicológico y social que puede ser irreversible y no solo daña a la víctima, sino a la comunidad escolar en su conjunto. Es fundamental que los adultos aprendan a leer como señales estos cambios sistémicos que se producen en el organismo”, agrega la neuropsiquiatra de Fundación Educacional Amanda.
Agrega que “el acoso y amedrentamiento prolongado entre pares sobre una relación asimétrica no es un problema que atañe solo a la escuela. Si bien esta lo vive, lo sufre y se ve remecida, toda la sociedad tiene responsabilidad y debe actuar con decisión para prevenirlo. En la etapa primaria, con acciones que eviten que surjan conductas de acoso y amedrentamiento en las escuelas. Si ya está ocurriendo, en la etapa secundaria una vez detectada de manera oportuna la conducta, actuar para extinguirla. Y finalmente, la etapa terciaria requiere de medidas de reparación sobre la víctima, los testigos, la comunidad escolar, el barrio, el territorio. Cada establecimiento debe colocar la mirada sobre su cultura escolar, observándola como una microcultura inserta en una mesocultura territorial y la sociedad chilena en su conjunto debe colocar la mirada sobre el macrosistema, la cultura social imperante, analizarla, enjuiciar y decidir. Es necesario hacer los cambios necesarios con compromiso y sentido de urgencia; y diseñar acciones integradas con las familias con un objetivo: construir y consolidar una cultura humanizadora”.
El contenido principal de esta clase magistral y recomendaciones de la Doctora Amanda Céspedes estarán disponibles en la web: www.fundacionamanda.cl