Un nuevo destino ya estaba en mente, ahora sería fuera del continente, el místico y particular archipiélago de Juan Fernández. El desafío y la experiencia se comenzaría a escribir desde un principio, esto porque teníamos que zarpar desde Valparaíso, en el buque AP-41 Aquiles de la Armada de Chile. Serían casi 32 horas de intensa navegación por el océano para llegar a nuestro destino, claramente es inevitable no sentir algún tipo de miedo por este paseo, sobre todo considerando la vuelta del viaje, que iba a ser desde un avión, esta vez un modelo alemán Dornier 228, con autonomía de cinco horas.
El objetivo de nuestra travesía en esta isla de piratas y corsarios, sería comer langosta y hacer trekking en el Mirador de Alejandro Selkirk, el famoso marinero escocés que estuvo náugrafo por cuatro años. Que comience la función.
Día 1: A las 12:00 en punto. Desde el puerto de la Armada, con la canción de Thunderstruck de AC/DC a todo parlante comenzábamos nuestro viaje en el Aquiles, una salida muy rockera y con estilo. Tuve la suerte de irme por así decirlo en “primera clase”: una habitación con baño y sábanas, un servicio muy bueno por parte de los oficiales.
Estábamos claros que el único acompañante en esta travesía sería un buen libro y compartir las historias con los demás pasajeros, entre turistas y habitantes de Juan Fernández. Así nos fuimos durante casi 32 horas, a una velocidad promedio de 12 nudos y, uno que otro mareado en el buque, pero nada que un «mareamin» no pudiera solucionar.
A lo lejos empezamos a ver este archipiélago con sus características laderas, quebradas y vegetación. Al fin lo que siempre había visto en fotos y videos estaba de manera real ante mis ojos. Llegamos entre claro y oscuro, como a las 8 de la tarde. Nos despedimos de los marinos, que nos dejaron en el puerto del pueblo. Y ahí estaban todos los habitantes, que esperaban ansiosos a sus familiares y productos desde el continente. Nuestro equipo se instaló en un hotel, había que descansar, porque en la mañana empezaría la acción.
Día 2: Desde temprano nos juntamos con Daniel, del Sindicato de Pescadores, quien sería le encargado de llevarnos a levantar las trampas de madera de las famosas langostas de la isla… poco después nos prepararía un perol arriba del bote.
La técnica de la extracción langosta se ha transmitido por generaciones y los mismos pescadores han aprendido a auto regularse respecto a las cuotas de extracción, con el fin de ir cuidando este recurso sin explotarlo demasiado. Por ejemplo, una langosta en la Isla Juan Fernández cuesta unos $17.000 y, en Valparaíso automáticamente sube a $45.000, así que calculen cuánto puede llegar a costar en algún restorán fino de Santiago.
Una de las otras cosas que me llamó la atención de la isla, fue la imponente construcción de la Escuela Básica -arrasada por el tsunami del 2010-, pero que en ése momento se encontraba paralizada, no sé si la construcción se habrá reactivado. Otras de las cosas que me llamaron poderosamente la atención y que poca gente sabe, es que hace unos 25 años y en una genialidad de la Conaf, se les ocurrió plantar pinos y eucaliptos, esto como medida para tener leña. Sin embargo, lo que no pensaron «estos genios», es que ahora ésos mismos árboles son los responsables de estar secando todas las napas naturales de agua de la isla, lo que ha provocado un problema mayor.
Decidimos ir al Mirador de Alejandro Selkirk, que es una parte de la isla donde uno puede ver los dos lados del océano, y cuenta la leyenda que este marinero subía hasta ése punto para tener más opciones de visión por si venía un barco a rescatarlo, pero bueno a medida que se hace este trekking -de casi 2 horas- me llama la atención lo feo que se ven estos árboles introducidos; se pierde la flora autoctóna de la isla, una lastima. También tuve la suerte de conocer a un estadounidense que lleva más de 15 años buscando un tesoro de piratas, su equipo y logística de búsqueda llaman la atención: él le da trabajo a mucha gente de la isla, se instala por temporadas y, si alguna vez llega a encontrar este millonario tesoro tendrá que repartirlo con el Gobierno de Chile. Aún así, para él vale la pena la inversión.
Yo dentro de mis lecturas y por mi influencia alemana, había leído muchas historias del SMS Dresden, que fue un barco alemán de la Primera Guerra Mundial y que por presión de la Armada Inglesa, este barco fue hundido por los propios alemanes en 1918 en la Bahia de Juan Fernández. Allí se pueden ver algunas balas del Dresden incrustadas en las laderas.
Finalmente, para cerrar el capítulo solo me quedó pendiente volver a bucear, ya que por tiempo no pude hacerlo y, además, porque también necesito la licencia, pero es algo que sí o sí debo hacer, porque la isla es considerada uno de los mejores lugares de Sudamérica para practicar este deporte.
Uno de los puntos críticos es que hay que navegar cerca de una hora en una lancha para llegar al aeropuerto. Una curiosidad, el lugar donde está este improvisado aeródromo, que tuvo algunas mejoras por el mediático accidente del Casa 212, el clima es muy cambiante, da la sensación de estar en el norte de Chile, esto se debe a que hubo una sobre población de conejos que dejaron seco el suelo del entorno, se comieron las plantas de ese lado de la isla.
Nuestro viaje al archipiélago fueron cuatro días. Me habría gustado quedarme un poco más, pero fue suficiente para hacerme una idea de lo que es estar en este místico lugar, a la vuelta, en menos de dos horas uno aterriza en Santiago, sin antes sacar unas fotos aéreas de esta poderosa y encantadora isla.
También pueden revisar el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=2ST7O3gTIBs
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